En una región del mundo donde las fronteras a menudo se han trazado con sangre, la decisión que tomaron los habitantes del Partido de Nicoya en 1824 destaca como un raro acto de autodeterminación cívica. Fue una decisión tomada en cabildo abierto, sin intervención militar, sin presiones imperiales. Fue, simplemente, la voluntad de un pueblo de cambiar su historia.
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