La tierra que eligió su destino

Representación de uno de los eventos más importantes del país, la firma de la anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.

Redacción

En una región del mundo donde las fronteras a menudo se han trazado con sangre, la decisión que tomaron los habitantes del Partido de Nicoya en 1824 destaca como un raro acto de autodeterminación cívica. Fue una decisión tomada en cabildo abierto, sin intervención militar, sin presiones imperiales. Fue, simplemente, la voluntad de un pueblo de cambiar su historia.

Cada 25 de julio, Costa Rica conmemora la Anexión del Partido de Nicoya, hoy la provincia de Guanacaste, un evento que no solo amplió el territorio costarricense, sino que enriqueció su alma nacional. Es una historia poco conocida fuera de Centroamérica, pero profundamente reveladora en tiempos donde las democracias enfrentan crecientes desafíos.

Un voto, no una batalla

Corría el año 1824. El Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide había colapsado. Nicaragua y Costa Rica, ahora provincias sin corona, comenzaban a perfilar sus destinos, después de que se independizaron de la Corona Española en 1821. En el medio quedaba el Partido de Nicoya, una tierra de sabanas, volcanes y ganadería, ubicada entre ambos países.

La historia pudo haber terminado con enfrentamientos. Pero los nicoyanos, liderados por autoridades locales, religiosos y comerciantes, optaron por convocar un cabildo. La pregunta: ¿debían unirse a Nicaragua, permanecer independientes o adherirse a Costa Rica?

La respuesta fue clara. El 25 de julio de 1824, con el respaldo de sus tres principales poblados —Nicoya, Santa Cruz y Guanacaste (hoy Liberia)—, se proclamó su anexión a Costa Rica. Lo que nació fue un ejemplo temprano de lo que hoy llamaríamos democracia participativa.

Más que territorio

Costa Rica ganó más de 10.000 kilómetros cuadrados de tierra. Ganó un reservorio cultural: las mascaradas, las montaderas de toros, la dieta a base de maíz, las raíces indígenas chorotegas. Guanacaste aportó también una actitud del orgullo campesino, el temple del sabanero.

“El guanacasteco nunca se somete a la fuerza —ni a la capital ni al poder extranjero—. Por eso eligió a Costa Rica”, dice la historiadora local Eugenia Rodríguez.

Silencios de la historia

A pesar de su simbolismo, la anexión no fue siempre celebrada. Durante décadas, fue una nota al pie en la narrativa nacional. No fue sino hasta 1944, con el gobierno de Teodoro Picado, que el 25 de julio fue declarado feriado nacional. Reforma impulsada desde el gobierno de Calderón Guardia.

En los años recientes, esta fecha ha sido resignificada. En un país acosado por desigualdades sociales, violencia importada del narcotráfico y tensiones políticas, el ejemplo de Guanacaste se alza como una brújula moral, la voluntad del pueblo por encima de la imposición.

Un acto de relevancia continental

La historia de la Anexión de Nicoya contrasta con la tónica de las uniones forzadas que abundan en el siglo XIX latinoamericano. Mientras en Sudamérica se gestaban guerras por cada palmo de tierra, en el istmo centroamericano una comunidad eligió su camino con civismo y visión.

“No fue un acto de sometimiento, fue una elección soberana. Y eso la convierte en un legado vigente, no solo para Costa Rica, sino para América Latina entera”, señala el politólogo nicaragüense Carlos Téllez.

Una celebración con sentido

En 2025, el presidente Rodrigo Chaves encabezó la tradicional sesión solemne en Nicoya. Con tono enérgico, aseguró que el país “honra la herencia de libertad, trabajo y decisión que Guanacaste le dio a la nación”.

En paralelo, las calles se llenaron de montadores, música de marimba, bailes típicos y niños ondeando banderas blanco-azul-rojo. Pero más allá de la fiesta, hay una lección para el presente: que aún es posible cambiar el rumbo de una nación con diálogo, civismo y unidad.

Guanacaste eligió a Costa Rica. Y Costa Rica, en muchos sentidos, se convirtió en lo que es gracias a Guanacaste.

En una época de desencanto por la política, la historia nos recuerda que los pueblos pueden escribir su destino por medio del voto y así como lo gritó Cupertino Briceño, “de la patria por nuestra voluntad”, lo pueden seguir diciendo los miles de costarricenses que hoy celebran uno de los hechos más importantes en los más de 200 años de historia.

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