
Por: Esther Castillo Jiménez
Antes teníamos una ley que protegía a los menores, si un menor estaba en la calle después de cierta hora, la policía lo llevaba con sus padres. Esa protección ya no existe.
Hoy vemos jóvenes, apenas dejando la lactancia, en la calle a deshoras, rodeados de drogadictos, delincuentes y borrachos. A esa edad son esponjas que todo absorben… y a muchos padres eso les resbala.
Si seguimos así, ¿qué futuro nos espera? Una juventud sin principios, sin valores y sin Dios. Un chiquillo podría pensar: “¿Para qué estudiar, si me pagan buena plata por ir a matar a alguien?”.
La drogadicción es pan de cada día. El sicariato deja muertos, además de daños colaterales. Y nosotros seguimos sin reaccionar.
Antes, los padres castigaban con chancletas, chilillos, fajas o lo que tuvieran a mano y así formaban buenos seres humanos. Hoy ni un manazo se les puede dar sin que llegue el PANI (Patronato Nacional de la Infancia). Y mientras eso pasa, los principios y valores se pierden… y con ellos, nuestro futuro.