En semanas recientes han salido a la luz pública escándalos de corrupción dentro del aparato estatal, manchando el nombre de hombres que se percibían inmaculados.
Desde que el hombre pisó la tierra y se crearon las distintas instituciones, la corrupción ha estado a flor de piel. Incluso un presidente de la República en el pasado nombró a sus ministros con la única condición que le tenían que regalar un carro Mercedes Benz entre todos los elegidos. Verdad o no, es un acto ilícito que de ser cierto, quedó impune.
Conforme pasan los años la descomposición se ha apoderado de todo el sistema gubernamental; desde las mordidas a los tráficos, hasta sobornos para ganar licitaciones. Vender entradas en un parque recreativo de alguna institución de gobierno y hacer alguna matráfula en los libros para no reportar ese ingreso, es corrupción. Alimentarse, estudiar, adquirir un vehículo, incluso comprar un confite o cualquier baratija con ese dinero creyendo que nadie se dará cuenta es deshonesto, es robo. Hurtarle al pueblo debe considerarse uno de los más grandes delitos.
Ejemplos del nivel de corrupción que la persona que lo hace inclusive puede llegar hasta cree que está bien. No, jamás va a estar bien robar.
Pero la corrupción va en dos líneas, el que la propicia y el que la acepta.
El propiciador puede ser el mismo funcionario público que con indirectas hace que el corruptor crea que es la única forma de sacar ventaja según sus intereses.
Las instituciones están para servir al pueblo, creer otra cosa es no conocer el complejo aparato estatal, la burocracia hace que los administrados piensen que para lograr algo, hay que pasar el billete debajo de la mesa. No es así. Los entes públicos deben servir al ciudadano sin necesidad de mojar la mano de algún empleado público deshonesto.
¿Por qué se da la corrupción? No hay una respuesta para esta pregunta, pero se pueden asumir diferentes hipótesis, el exceso -a veces complejo- papeleo, hacen que las personas se quieran saltar toda esa tramitología. No hay que ser obtusos y pensar que por lo extenso del trámite se decantará en un acto de corrupción, tampoco achacar la culpa del todo al diseño obsoleto con el que está creado el sistema.
Hay un sentimiento cada vez es más profundo en el costarricense y es que los funcionarios públicos son corruptos, por ende, la institución está manchado con ese estigma. Tampoco es cierto; pero los escándalos -cada vez más frecuentes- no ayudan en mucho para combatir esa creencia que va aumentando en el colectivo popular. Este es el daño más grande de la corrupción, creer que todo está corrupto.
No podemos pensar que se erradicará de la noche a la mañana con una docena de personas que vayan a la “cholpa” cada vez que el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) realiza un allanamiento.
Tampoco basta con una declaración cada cierto tiempo a la Procuraduría General de la República (PGR) por parte de los funcionarios estatales. Habría que investigar los ingresos del primo de la hermana del cuñado del “guachimán” del gimnasio donde va el entrenador del perro del vecino del servidor público para determinar que esa práctica es efectiva. Obviamente un ejemplo muy exagerado de la realidad, pero simple para ilustrar el punto, un corrupto puede utilizar a cualquier persona de su confianza para recibir alguna dádiva y aparecer limpio ante las autoridades.
Hay que pensar en lo loable de la persona, lo que sucede es que el corrupto lo deja de ser, su mente se mueve en una dimensión donde la honestidad no trasciende a ese estado.
Una de las acciones que se puede realizar es en reformular la parte educativa en Costa Rica, desde educación financiera y vial en las escuelas y colegios, haciendo fuerte énfasis en la moral y la ética. Cambiar la mentalidad a una generación entera a fin de que en 20 ó 30 años tengamos ciudadanos consientes profundamente de que la corrupción es un delito y no verlo como cotidiano, algo que se piensa en estos días. Mientras sigamos cavilando que para lograr algo se debe corromper, seguiremos viendo noticias de corrupción en los diferentes medios de prensa del país. Acusar de corrupto al funcionario no basta, además, para que exista la corrupción, siempre se necesitan dos, el que da y el que recibe.