Carta abierta al pueblo nicaragüense: El oro que se llevan es el alma de nuestra tierra

Por: Esther Castillo Jiménez

No escribo estas líneas con odio, sino con el cansancio y la impotencia de quien ve cómo desangran su patria a pedazos.


Desde hace años, Crucitas dejó de ser un nombre, para convertirse en una herida abierta. Ahora, una nueva veta de oro (descubierta muy cerca de la frontera con Nicaragua) vuelve a despertar la codicia y el abuso. En esa zona, grupos de mineros, en su mayoría nicaragüenses, cruzan diariamente la línea divisoria como si fuera un simple camino rural, y han convertido el terreno en una mina a cielo abierto.


He visto los reportes, las imágenes y los testimonios. La escena se repite: camiones cargados de sacos con tierra aurífera salen del lado costarricense rumbo al nicaragüense, donde luego lavan el material para extraer el oro, evitando así la acción de la policía tica. Los operativos del OIJ apenas rasguñan la superficie de un problema inmenso: túneles derrumbados, personas fallecidas, cientos de hectáreas destruidas, árboles arrancados, ríos contaminados con mercurio y suelos que ya no volverán a respirar.


Mientras tanto, nuestro país carece de los efectivos necesarios para custodiar esa frontera porosa. La policía hace lo que puede, pero es poco ante la magnitud del saqueo. Y lo más indignante es escuchar al presidente Daniel Ortega lanzar amenazas y bravuconadas por el simple hecho de que Costa Rica defienda su soberanía sobre el río San Juan, cuando a la vista de todos, compatriotas suyos están desmantelando el suelo costarricense sin que su gobierno mueva un dedo para detenerlo.


¿Dónde queda el respeto a los límites? ¿Dónde está el mismo celo que se exige cuando se trata de proteger el río San Juan? No se puede pedir soberanía para un lado y pisotearla para el otro.


Los discursos encendidos desde Managua contrastan con el silencio cómplice frente a una devastación que, en la práctica, también afecta a Nicaragua: los ríos no entienden de fronteras y el mercurio que corre por el San Juan será veneno para ambos pueblos.


Sé que muchos de ustedes trabajan ahí por necesidad. Lo comprendo. Pero la pobreza no puede ser excusa para destruir lo poco que nos queda de naturaleza. En esa frontera hay vidas que valen más que cualquier pepita de oro, hay bosques que guardan el agua de dos naciones, y hay un patrimonio que debería unirnos, no dividirnos.


A quienes llegan a Crucitas con pico y pala les pido que miren más allá del saco de tierra que cargan en sus espaldas. A quienes los mandan, los contratan o se enriquecen con su esfuerzo, les exijo que den la cara y asuman su culpa. Y a las autoridades de ambos países, que asuman su deber: custodiar lo que aún queda, antes de que ese oro se convierta en polvo y vergüenza.


Costa Rica ha sido un país de paz, pero no de cobardía. La defensa del territorio no se hace con fusiles, sino con dignidad y memoria.


Si el oro se agota, todavía podremos reconstruir la tierra. Pero si se agota el respeto, no habrá frontera que nos salve.

Con respeto, pero también con firmeza,
Esther Castillo Jiménez

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
Carta abierta al pueblo nicaragüense: El oro que se llevan es el alma de nuestra tierra
Conservar con sentido humano
¿A qué precio el arroz barato?
Educación con propósito
× ¿Cómo puedo ayudarte?