Adolescentes nicoyanos escalan a la élite académica 

Esteban Arias y Julio Villalobos, estudiantes del Colegio Humanístico de Nicoya, rompieron las estadísticas al ser de los promedios más altos en el examen de admisión del TEC.

Redacción

En un año en que más de veinte mil jóvenes costarricenses aspiraron a ingresar al Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), dos estudiantes del Colegio Humanístico de la Sede Regional Chorotega lograron lo que para muchos es una cima inalcanzable, colocarse entre las primeras posiciones del examen de admisión de una de las universidades más competitivas del país.

Esteban Alonso Arias Corrales, un joven de Hojancha con inclinaciones tempranas hacia la mecánica y los circuitos, obtuvo el segundo lugar nacional con una puntuación de 799,74. Para un examen en el que apenas 8.393 aspirantes alcanzaron la nota mínima institucional —de un total de 16.406 presentes— su puntaje lo situó en un nivel excepcional. Arias, que proyecta estudiar Ingeniería en Mecatrónica, describe su elección con una mezcla de convicción técnica y asombro juvenil.

“La mecatrónica transforma las ideas en soluciones reales”, dijo en declaraciones divulgadas por el TEC, insistiendo en que la carrera le permite “explorar la creatividad” a través de la electrónica, la programación y la mecánica. En un país donde la ingeniería es uno de los caminos más exigentes y más codiciados para la movilidad social, su entusiasmo no pasa desapercibido.

Ese mismo entusiasmo lo llevó lejos —literalmente. Arias no estuvo presente en la ceremonia oficial donde se anunciaron los resultados. Se encontraba compitiendo en la Olimpiada Mundial de Robótica en Singapur, un detalle que parece encapsular su trayectoria: mientras en Costa Rica se celebraba su logro, él ya estaba inmerso en el próximo desafío. En su ausencia, fue su madre quien subió al escenario a recibir el reconocimiento.

El impacto del Colegio Humanístico de Nicoya no fue casual. Julio César Villalobos Vindas, otro de sus estudiantes, obtuvo el séptimo lugar nacional con 783,64 puntos, consolidando una coincidencia estadística difícil de ignorar, dos de los mejores puntajes del país salieron de un mismo centro educativo regional. Para Villalobos, vecino del casco urbano de Nicoya, el resultado marca apenas la primera estación de un trayecto más largo. “Es un paso más en el camino para volverme un profesional”, dijo, celebrando el logro con prudencia, pero sin esconder la expectativa de “muchos más éxitos”.

Estos resultados, aunque individuales, hablan de un fenómeno más amplio: la emergencia de centros educativos fuera del Valle Central que desafían la narrativa histórica de concentración académica. El Humanístico de Nicoya —una institución creada para ofrecer educación de alto rendimiento en zonas tradicionalmente marginadas de las élites educativas— está comenzando a cultivar un patrón sostenido de excelencia.

Que dos de sus estudiantes figuren entre los mejores puntajes de un examen al que se inscribieron más de 20.154 jóvenes añade una nota simbólica al ascenso, no solo lograron destacar, sino que lo hicieron desde una región donde durante décadas las oportunidades avanzaban más despacio que el talento.

En Chorotega, ese talento parece haberse puesto en marcha.

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