Por. Edgar Leal Arrieta
Acaban de concluir nuestras Fiestas Típicas Nacionales, con división de opiniones, como dicen en el boxeo.
Hay pareceres para todos los gustos, desde el que piensa que por la asistencia estuvieron buenísimas, hasta el que encuentra fallos por todo lado. Presencialmente solo pude ver parte del comienzo y del final, pero gracias a la televisión pude seguir las principales actividades, llegando a las siguientes conclusiones.
La Pandemia hizo que después de varios años sin fiestas, el país entero se volcara sobre Santa Cruz, confirmando a nuestros festejos como el más grande y prestigioso evento cultural y popular de Costa Rica, cuidado que de Centro América. Había gente de todos los rincones del país y de más allá.
Hubo actividades para todos los gustos, pero considero llegado el momento de analizar nuestras fiestas a fondo. Hay que valorar evento por evento, para determinar qué se hizo bien y qué no. No hay que esperar a que llegue el mes de julio.
Nuestras fiestas están perdiendo identidad y ya es hora de que nos sentemos a determinar qué actividades son propias de nuestras fiestas y cuáles no. En suma, hay que evitar que nuestras fiestas se charraléen o como dicen algunos, que se zapotéen.
Debemos hacer una investigación exhaustiva al respecto, especialmente con personas mayores de 80 años y principalmente con sabaneros veteranos de los años 50, para que nos cuenten como eran nuestras fiestas, antes que fueran declaradas Típicas Nacionales.
Las redes sociales están llenas de quejas y de elogios, pero hay que ser objetivos y entrarle al asunto procurando que las fiestas del 2024, las del Bicentenario, vuelvan por sus fueros y sigan siendo auténticas. Nuestras fiestas deben ser un derroche de nuestra cultura y de nuestras tradiciones.
Tienen la palabra el Gobierno local, La Comisión de Fiestas y las subcomisiones, tomando en cuenta por supuesto a las fuerzas vivas de la comunidad.