Redacción
Este fin de semana el papa Francisco puso en marcha la consulta más grande que se haya realizado en la historia de la Iglesia Católica. Un proceso que puede cambiar el futuro de la institución más antigua del mundo.
“No quedarse encerrados en sus certezas, sino escucharse los unos a los otros” con estas palabras Francisco presentó la iniciativa en la misa presidida en la Basílica de San Pedro.
El obispo de Roma quiere que los 1300 millones de católicos en el mundo opinen sobre el futuro de la Iglesia. Para ello, los que deseen ser escuchados podrán hacerlo por medio de las comunidades locales en una primera fase, de ahí se harán asambleas regionales como un segundo paso, finalizando en el Sínodo de los Obispos que se realizará en 2023 en el Vaticano.
Mayor participación femenina y aceptación de grupos históricamente marginados por el catolicismo tradicional serán dos de los temas que pretende abarcar la consulta pública.
Este paso promovido por Jorge Bergoglio no convierte a la Iglesia en un ente democrático de consulta popular, simplemente pretende escuchar la voz del pueblo, el Papa siempre tiene la última decisión.
Diversas voces están a favor y en contra de la iniciativa papal.
Grupos conservadores la catalogan como una pérdida de tiempo que puede erosionar la estructura jerárquica y diluir la doctrina tradicional.
Al mismo tiempo publicaciones católicas la ven como una oportunidad para abordar problemas como la disminución de fieles a los templos y para lograr una mayor inclusión.