Freddy Pacheco León*
El daño fue grande, como la playa y dolorosamente, el tiempo nos da la razón. Porque un procurador «leyó» tierra adentro en una ley donde dice «aguas adentro», y porque a unos «ambientalistos» les creyeron la promesa de que los dólares que estaban siendo donados, serían usados para financiar la compra de una franja de terreno de 75 metros de ancho y 7 kilómetros de largo, que corre detrás de los 50 metros de la zona pública de las playas Grande, Ventanas y Langosta, el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) -bajo la guía de The Leatherback Trust o Fideicomiso Baulas- procedió a presentar procesos falsos de expropiación de decenas de lotes, que eventualmente no fueron pagados. Se detuvo un desarrollo bien zonificado, ejemplar para el litoral de Santa Cruz y no les importó el destino de las tortugas baula.
Al demostrarse ampliamente que la matanza de tortugas baula no tenía nada que ver con lo que sucedía en las playas guanacastecas, sino que se trataba de un asunto relacionado con pesqueros industriales extranjeros, lejos de Costa Rica y que más bien nuestras autoridades deberían haber liderado un movimiento internacional para protegerlas en sus rutas de migración y alimentación, el entonces ministro Carlos Manuel Rodríguez, se hizo el desentendido, pese a que se trataba de una petición casi desesperada que se le hacía por salvar a las baulas del océano Pacífico. Que de nada servía, se le insistió a él y a los “gringos” que manejaban todo, proteger las playas del parque nacional donde desovan, si cada vez menos tortugas irían a alcanzar nuestras playas.
¡Y sucedió la catástrofe!
¡Adonde antes llegaban unas 200 tortugas baula por noche a anidar, hoy no llega ni una durante los cuatro meses de temporada! O sea, tristemente se cumplió el vaticinio de que iría a llegar el día en que tendríamos un «Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste»… ¡sin baulas! Y por supuesto, sin fuentes de trabajo para los habitantes de Matapalo y otros paupérrimos pueblos cercanos.
Y es que efectivamente, pescadores suramericanos en el Pacífico sur, principalmente, han diezmado sus poblaciones desprotegidas en altamar, mientras tanto, en el mismo Parque Nacional Marino, los que se promocionan como sus protectores, también contribuyeron con su exterminio haciendo «experimentos» irracionales, como los ejecutados a 56 tortugas «condenadas» a nadar miles de kilómetros con pesados transmisores sobre su suave caparazón, hasta morir, o las 400 tortuguitas cruelmente decapitadas… para conocer su sexo.
Esa es la breve historia de esa bellísima parte de Costa Rica, cuna de un hecho irracional matizado de intereses «conservacionistas», que provocó mayor pobreza en Guanacaste, y que podría estar planteando a las autoridades cantonales y del gobierno central, una (al menos) revisión de la irracional, situación actual.
*PhD en Ciencias Biológicas.
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